Bulnes, jueves 29 de julio de 2010:
EL PADRE AUSENTE
PSEUDÓNIMO: INOCENCIA
Sentado en aquel bus, siguiendo aquella carroza en el cual llevaban a un hombre a sepultar iba yo, ese hombre era mi padre, del cual no tengo ningún sentimiento digno de recordar, busco entre lo más profundo de mis pensamientos, pero no aflora nada, sólo la palabra padre la cual tenía que pronunciar por educación hacia aquel hombre.
Mientras busco recuerdos hermosos hacia él, sentado en aquel bus por la radio tocan una canción la cual me hacía emocionar hasta las lágrimas “Una pala y un sombrero” de Gervasio, qué canción más maravillosa y aunque lloro como niño a mis cortos 8 años no encontrando consuelo alguno, aún así sé que no era por él, sino por esa inmensa ausencia de padre que siempre tuve, un hombre presente en cuerpo pero no así en lo afectivo, porque siempre lo necesité y lo llamé con fervor pero nunca estuvo presente. . .
Mi madre y mis hermanos me contaran luego del sepulcro de aquel padre ausente, que esto había sido lo mejor que nos podía pasar, por fin podríamos salir adelante como familia, que ahora podríamos reír hasta cansarnos, que podríamos comer tranquilos sin tener que pensar que iba a llegar borracho golpeando a mi madre e insultándonos a mi y a mis hermanos ¿y saben algo?, desde el fondo de mi corazón lo digo “fue lo mejor”.
Luego de aquello fui feliz sin padre, pero quién quiere así a un hombre como padre, que nunca se preocupaba de nosotros, que nos dejaba sin comer para salir con sus amigos a gozar, que se desaparecía semanas, meses y luego llegaba y vendía todo cuanto encontraba para seguir con sus fiestas. . . un hombre que no vale la pena llamarlo padre. Nadie nace con un manual de cómo ser un buen niño o adolescente, ni muchos menos un buen padre y se los digo honestamente, es difícil, ahora lo sé yo qué soy padre de dos hermosos hijos y otros que viene en camino. El mayor tiene 13 años, está en la edad “difícil” y el menor tiene 6 años es una ternura pero porque aún es pequeño. . . todavía no me saca canas blancas. Con mi hijo mayor he llorado, he sufrido hasta le he gritado, no estoy orgulloso de ello, pero él en ese entonces era terco: me desafiaba delante de sus amigos, me insultaba, me gritaba, era grosero. . .lo estábamos perdiendo como hijo, mi señora lloraba y yo me desesperaba por no saber que hacer.
Cierto día tuvimos con mi hijo una discusión tan fuerte que le dí una cachetada que lo botó al suelo, no entendí cómo sucedió, cómo llegué a eso, no encontraba explicación de aquello, la desesperación que sentía era que se me estaba yendo de las manos, ya no lo controlaba como antes y eso me hacía sentir mal, muy mal. Al volver de aquel razonamiento, lo miré allí tirado en el suelo llorando desconsolado, mi mujer por otra parte gritando, pidiéndome explicación de aquello y yo allí pasmado, sin reacción alguna y cuando logré hacerlo me tiré al suelo a su lado de rodillas, pidiéndole perdón, pero no fue suficiente, se enojó tanto conmigo, que ese día me odió, él no me lo dijo, pero su mirada de odio hacia mí bastaba. Se fue de la casa hacia la de su abuela, estuvo allí cuatro días, sólo iba a nuestra casa cuando yo no estaba presente, pues como trabajo fuera de Bulnes, salgo muy temprano y llego tarde por las noches, cierta día llegué temprano y lo ví allí tirado en el sillón, apoyando su cabeza sobre las piernas de mi mujer y ella acariciando su pelo con esa ternura de madre, la que siempre me demuestra a mí cuando me quiere corregir, porque aunque no lo crean con ella conocí esa ternura ya que mi madre trabajaba tanto que nunca tuvo una palabra de cariño para mí, bueno volviendo a lo mio, lo miré y mi mujer con esa intuición maravillosa, se levantó y nos llevó a nuestro dormitorio y allí nos dejó solos; hablamos, lloramos, reímos y lo más importante nos perdonamos y volvió a casa. . . lo malo fue que nada de lo otro cambió, su comportamiento fue el mismo.
Cierto día llego a mi casa luego del trabajo y encuentro a mi señora con un papel en la mano y me dice firmemente “demandé al niño” no les voy a mentir que me asusté pero en el fondo tenía razón, no queríamos que nos lo quitaran, sólo que nos ayudaran. El día del juicio llegamos con él, bueno obviamente él muy enojado con nosotros pero mi mujer muy firme y seria le decía que era lo mejor, yo sólo callaba y lo acompañaba aunque en el fondo de mi corazón sólo deseaba que nada malo sucediera, no podría vivir sin mi hijo, cuando el Juez nos llamó presentamos nuestra queja y él nos escuchó con mucha paciencia y luego de atender las dos partes, nos derivó hacia un centro de ayuda, la Fundación Paula Jaraquemada y así fue como llegamos a nuestra salvación familiar, allí nos prestaron toda la ayuda necesaria de psicóloga y asistente social, debo decir que no les tenía mucha confianza, no creía nos podrían ayudar pero el personal que allí trabaja es muy serio en su labor y eficiente, brindándonos siempre la fe necesaria para salir adelante con nuestro problema. Totalmente preocupados y dándonos seguridad necesaria para hacernos entender que sì podemos, que si estamos unidos como familia todo es posible.
Hoy somos una familia feliz, hemos recuperado a nuestro hijo, no totalmente pero sí en un 90 %, mi señora está feliz, yo también y luego de este trago amargo, el Señor nos bendijo con otro miembro en la familia. Debo confesar que tengo un poco de miedo, pero sé que siempre habrá alguien que te ayude a salir adelante con tus problemas.
Como dije antes, nadie nace con un manual bajo el brazo, pero el ser padre se aprende con tolerancia y cariño, me costó entenderlo, pero ahora sé que todos tenemos que aprender a ser buenos hijos, buenas mamás y excelentes padres para que en el futuro tus hijos te recuerden con esa emoción que surge con sólo pronunciar tu nombre. . . y lloren porque saben que lo hiciste bien y ahora les toque a ellos, tú le das las enseñanzas y les alumbras el camino para hacerlo bien, así me lo dice hoy mi hijo y yo lo sé, porque él me dedicó la canción de Gervasio que me hacía emocionar siendo sólo un niño “Una pala y un sombrero” ahora ustedes saquen su propia conclusión, porque ahora sí soy un buen padre.